El entierro del cerro Campana

El entierro del cerro Campana

El cerro Campana queda frente a la cumbre, en el camino a Trujillo, saliendo de Chicama. En tiempos no muy remotos, hubo también  un palenque de ladrones, los que detenían a los viajeros y los desvalijaban, guardando en aquel cerro, los tesoros que reunían con sus robos. 

Acabó con los ladrones el enérgico General Suárez, cuando fue Prefecto de La Libertad (1860-62). Hasta ahora muchos recuerdan la figura austera y resuelta de quien, como intendente de Lima, también cobró fama por su afán de meter en regla a toda clase de contraventores. Tiempo hubo en Lima en que las gentes de cierta condición temblaban cuando se oía el grito de “allí viene el intendente.

Fue el General Suárez  quien acabó con los ladrones, dando una tremenda batida en los alrededores de Trujillo y en Ascope, que por estar rodeado de encañadas y desfiladeros se prestaba para las maniobras y escapatoria de los bandoleros, pero al extinguir a la banda de ladrones, no pudo acabar con la creencia general de que en los cerros existían tesoros dejados por los ladrones.  

Allá, por los años 50 un tal Manuel Mendo, yendo para Huanchaco en compañía de José Nazarero y José Manuel Alcántara, conversó sobre entierros y bandidos con sus compañeros de arrieraje, porque los tres se dedicaban a esa clase de negocio, que hoy a languidecido por razón del progreso. Nazarero conocía la versión de que existía un gran tesoro en el cerro y propuso a Mendo buscar juntos, pero Mendo no aceptó; Alcántara en tanto se mantuvo silencioso, como quien oye llover, y nada dijo.  

Pasaron los días  y el tal Alcántara se hizo acompañar por su sobrino, mozo y resuelto, y buscando y buscando encontró el entierro (por lo menos uno de ellos) y salió de pobre, dejó el arrieraje, y al poco tiempo después compró el fundo llamado “Alcantarilla” y comenzó a señorear como hombre de posición acomodada. Hasta hoy hay gente que señala ese lugar y afirma que todavía quedan monedas y valijas de oro y plata en el cerro Campana.   

Además de esta versión, también otro de nuestros literatos contemporáneos, el señor Max Linder, nos ofrece una sugestiva leyenda, sobre la tradición que prevalece en el pueblo de Huanchaco, acerca de la existencia de una campana de oro macizo, que sin duda, perteneció a los Chimus, sepultada en la cavernosidad de dicho cerro, que siempre sirvió como guía o punto de orientación a los navegantes. 

Fuente: Anónimo