Muchas pastoras acostumbraban llevar su ganado para que abrevara en la laguna de Urpillao. Con frecuencia, al cerrarse la tarde como algunas campesinas podían observar una nutrida planta de rocoto a las orillas de la laguna. Sus frutos eran dorados y deslumbrantes, por lo que una de las muchachas al cogerlos se hizo una persona muy adinerada.
Movida por la curiosidad y deseosa de alcanzar la misma suerte, Margarita llevaba sus ovejas al Urpillao con mayor frecuencia que antes; solo que no alcanzaba a ver nada, además sus padres le habían aconsejado que nunca se quedara en las orillas de las aguas; sin embargo ella persistía en su empeño y permanecía, hilando hasta muy tarde, hasta que un día, de sol primoroso y radiante, contempló los helados frutos que parecían pedirles que los cogiera. Entonces obsesionada por la extraña visión la pastora se quitó la rueca y se acercó a recoger los rocotos de oro; pero en esos precisos momentos se resbaló y se sumergió entre las aguas. Apenados los padres por la extraña desaparición de su hija, se pusieron a buscarla desesperadamente. Todo fue inútil; solo encontraron la rueca y el rebaño, ajeno a la desgracia.
En las noches de luna llena, cuando los caminantes pasan por el lugar, pueden escuchar tristes y desgarradores lamentos. Cuando tal cosa ocurre, es signo de sequía y desgracia.
Anónimo